Seleccionar página

May 17, 2018

El abrigo rojo

Mi hijo tenía un abrigo rojo que estaba roto y fuimos juntos a comprar otro. Visitamos varias tiendas, se probó distintos modelos y eligió uno azul.

Al día siguiente era el concierto de navidad en el colegio. Y después de eso, él iba de excursión a un vivero, al aire libre, el resto del día.

A mí me habían invitado  a dar una charla en un despacho de abogados precisamente ese día. Era una oportunidad profesional y un reto, y elegí atender la invitación y por tanto perderme el concierto.

Volviendo a la noche anterior, todos los elementos que acabo de contar flotaban en el ambiente…los nervios de de ellos y míos por los acontecimientos del día siguiente, mi enfado por no poder estar en dos lugares a la vez, el de ellos por que yo eligiera no ir al concierto, mi tristeza por no acompañarles, la suya por la misma razón… y además la hora de acostarse, momento en el que a veces tengo la sensación de que las rutinas se alargan y mi paciencia se acorta. Todo en la coctelera.

En ese momento, entre lávate los dientes y vamos a contar el cuento, me dice:

-«mañana me voy a poner el abrigo rojo»

Y yo: «¡pero si está roto y acabamos de comprar uno nuevo!, además mañana va a hacer frío y vas a pasar la mañana de excursión.»

Él: «ya, pero yo me quiero poner el rojo»

Yo:»si, ya me lo has dicho, pero está roto y vas a pasar frío, y si no te abrigas bien te puedes poner malo»

El: «es que me molesta la capucha del azul y se la quiero recortar»

Yo  (ya con tono impaciente): «acabamos de comprar el abrigo y si hacemos eso lo estropeamos»

El: «pues si no me dejas ponerme el abrigo rojo mañana voy a hacer que todos lleguemos tarde.»

Después de cuatro intercambios más en esta línea, y un enfado creciente por parte de ambos,  él se encerró en su cuarto y yo me fuí a contarle el cuento a sus hermanas con un nudo en la garganta, las mejillas ardiendo y la mandíbula apretada.

Una vez terminado el momento del cuento, llamé a su puerta y pedí permiso para entrar:

El: «no entres»

Yo: «es que te quiero decir buenas noches»

El: «pues yo no»

Yo: «anda, déjame pasar»

El (en voz bajita): vale

Entro y al acercarme a él, se fija en mis ojos y pregunta:

«mamá, ¿has llorado?

Yo: «pues todavía no, pero tengo ganas. ¿Sabes por qué?, cuando hemos discutido antes me he sentido enfadada, triste y muy frustrada porque no conseguía que comprendieras que quiero que te pongas el abrigo azul, porque quiero cuidarte, y evitar que puedas pasar frío, porque te quiero y quiero protegerte. Y todo esto que estoy aprendiendo de la comunicación no violenta, y que le cuento a tantas personas, y uso en mi trabajo, a veces, con las personas que más me importan, que sois vosotros, no me sale como me gustaría, y me impaciento y no sé cómo hacerlo…

El: «pues así mamá, como lo estás haciendo ahora».

Después de eso, y de haber dejado mis lágrimas rodar libremente, nos sonamos los mocos juntos, nos reímos, nos abrazamos y nos dimos las buenas noches.

Al día siguiente se puso el abrigo azul sin más, y se despidió diciéndome:

«que te lo pases muy bien en tu charla mamá».

Dejo el análisis en clave «radiografía CNV» para el siguiente texto, porque de ésta situación se pueden extraer muchos aprendizajes.

¡Hasta pronto!,

María.

 

 

 

 

 

 

Relacionados

Hazlo con miedo

¿De qué cuida mi miedo? ¿Qué hay debajo de él? ¿Para qué me encoge como un ovillo algunas noches? ¿Y qué poderosa...

leer más

La alegría de pedir

  “Soy en pedir tan poco venturoso,que sea por la pluma o por la espada,todos me dicen con rigor piadoso: «Dios...

leer más

Descubre más desde Comunicación completa

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo