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Nov 23, 2018

Poder y rendición. Una mirada hacia la rabia.

La multidimensionalidad y la riqueza de los matices de la Comunicación Noviolenta me fascinan. Ayer, en una sesión con mi maestra, Pilar de la Torre, recibí varios impactos que me apetece compartir hoy.

¿Qué poder entrego? y ¿qué poder quiero recuperar?. Estas dos preguntas, formuladas al inicio de la sesión, nos guiaron en un camino sorprendente y liberador.

Entonces, como ya he escrito en otras ocasiones, cualquier emoción es legítima, solo por el hecho de que ES, existe, se manifiesta. Y eso no nos convierte en buenos o malos. En el caso de la rabia también. Así leído parece muy obvio, sin embargo desde mi propia experiencia no lo es tanto. ¿Cúantas personas conoces que se permitan habitar la rabia sin censurarse a sí mismas o sentirse culpables, o sin que otros les juzguen por ello?. Desde niños…»qué fea te pones cuando te enfadas»…o «si te enfadas así no te quiero»…o más sutil «vete a tu cuarto y cuando se te pase vuelves y hablamos». En cualquier caso el mensaje descodificado sería más o menos así: «no sé manejarme con lo que te sucede. Deja de estar así. Hasta que no salgas de ahí no cuentes conmigo».

Cuando habitamos la rabia y la expresamos de modo dañino, si llegamos a ser conscientes de ello (porque sucede a menudo que la disfrazamos de otra emoción, o bien tratamos de bajarle mucho el volumen, para no sentirnos malos), en realidad nos rendimos. Entregamos todo el poder de cuidar de nuestras necesidades a otro ser humano… que en ese momento no puede o no quiere cuidarnos. Y eso de entregar el poder le deja a uno muy, muy desnudo. Y con una profunda sensación de desequilibrio. Si la rabia pudiera hablar le diría, con los puños apretados y los ojos chispeantes, al que tiene enfrente : «Te exijo que me cuides».

Nuestra mente interpreta que cuando estamos rabiosos nos mostramos poderosos. Fíjate que curiosa contradicción. Y ello dificulta que podamos ver que en realidad nos hemos rendido, y lo hemos entregado todo.

Aprender que hay formas de expresión no dañina de la rabia ha sido liberador, en la medida en que me ha llevado a superar la creencia errónea de que la rabia es censurable. La rabia es legítima, lo que es censurable es su expresión dañina.

En el momento en que podamos expresarla, de forma no violenta, utilizando la guía que ideó Marshall Rosenberg, seremos capaces de ponerla a favor de nuestros propósitos vitales. Y observar asombrados la belleza que se halla bajo las necesidades no atendidas que dispararon la rabia. E inventar mil maneras de hacernos cargo de ellas.

¿No es maravilloso?

María

 

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