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Mar 26, 2019

Quien lo probó lo sabe. Cómo distinguir necesidades y estrategias

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Llegados a este punto, cuando ya he hablado de muchas cosas para acercarte al enfoque de la CNV, creo esencial abordar esta distinción, que se encuentra en el corazón mismo de este modo de comunicarse, vivir y entender las relaciones. Integrar, más allá de la comprensión intelectual, en el cuerpo, esta sensación de libertad y apertura, es la clave para que este nuevo paradigma de comunicación sea sostenible. Como decía Lope de Vega, «quien lo probó lo sabe».

Las necesidades son universales y permanentes, no dependen de una acción concreta o de una persona determinada y hay mil maneras de atenderlas. La forma en la que nos ocupamos de nuestras necesidades, es a lo que me refiero cuando digo «estrategia».

En un ejemplo muy sencillo, mi necesidad de alimentarme es universal (todos los seres humanos la comparten) y permanente (todos los días necesito alimento). Puedo alimentarme de muchos modos, podría optar por una dieta equilibrada, podría comer comida basura, podría alimentarme con comida para astronautas o por vía intravenosa. Puedo por tanto elegir varias estrategias para atender una misma necesidad. Claro que unas tienen unos efectos y otras tienen otros efectos. Además de eso, si elijo como única estrategia para alimentarme hoy comer una tortilla, y en mi casa sólo queda 1 huevo, y alguien de mi familia quisiera también una tortilla, tenemos un conflicto. En consecuencia, como habrás podido deducir, el conflicto surge en el plano de las estrategias. No en el de las necesidades. Si consigo bajar unos peldaños, y mirar mi necesidad sin agarrarme, como a un clavo ardiendo, a la primera estrategia que se me ocurrió, quizá pueda imaginar alternativas para atender mi necesidad. En el ejemplo de la alimentación se me pueden ocurrir varias, quizá compartimos la tortilla y cocinamos algo más. Quizá se me ocurre hacer pasta para dos y usar el huevo para prepararla, a lo mejor entre los dos decidimos que se lo come uno y el otro elige otra cosa….mil maneras diferentes, en cuanto me libero de la idea de que la única forma de atender mi necesidad de alimento hoy era comer una tortilla.

Esto parece muy obvio con respecto a la alimentación, sin embargo ¿lo vemos tan claro, por ejemplo, con el amor o el reconocimiento? ¿cuantas veces hacemos depender estas necesidades de personas concretas, realizando acciones determinadas?. Si mi idea de reconocimiento se limita a que mi jefe me haga algún comentario alabando mi desempeño, y esto sucede solo una vez al año, mi necesidad de reconocimiento estará bastante famélica. Si en cambio puedo reconocer por mí misma la intención que pongo cuando realizo mi trabajo, el cuidado, el esfuerzo, y me doy el reconocimiento del trabajo bien hecho ¿qué sucede?. Y si además de eso puedo ver en mi jefe, si lo hay, el reconocimiento que me da de formas diversas, por ejemplo confiando en mí para determinadas tareas, quizá sea capaz de hacer acuse de recibo, aunque su modo de darme reconocimiento no sea mi modo favorito, o aquél al que estoy acostumbrada.

Lo mismo sucede con el amor. Si mi necesidad de amor depende exclusivamente, porque parece que eso es lo que nos han contado, de que mi pareja exprese su amor hacia mí de un modo determinado, el día que no lo hace, mi necesidad se queda sin atender. Si me hago cargo de mi necesidad de amor desde el momento en el que abro los ojos por la mañana, y la voy alimentando con mil ingredientes cada día (un desayuno que me gusta, una abrazo de mis hijos, un gesto cuidadoso de alguien, un mensaje que le mando o me manda un amigo o amiga, un paseo que me aporta un momento para mí, una frase de él por la noche «¿cómo te ha ido el día?»….) si me falta una u otro, tengo muchas alternativas para dármelo.

Cuando vivo así, cuando me hago cargo de mí e imagino mil maneras distintas de darme lo que necesito, experimento libertad, apertura, ligereza, autonomía, y mi cuerpo me lo dice. Lo noto en el pecho, que parece expandirse, en la respiración que se ralentiza, en mis hombros, mi mandíbula y mi espalda que se relajan. Me siento ligera y a la vez fuerte. Siento alegría y me dan ganas de seguir profundizando. Cambiar la clave de comunicación no es sencillo, al mismo tiempo, con cada pequeño paso, puedo reconocer un beneficio. El cuerpo lo expresa.

Quien lo probó lo sabe.

Un abrazo,

María

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