Una parte de ti carga con ideas poco agradables sobre sí mismo.
Una parte de mí se siente poco importante.
Una parte de ti quiere sentirse visto y valorado.
Una parte de mí quiere complacer, cuidar, que la quieran.
Una parte de ti busca autonomía y diferenciarse de los demás.
Una parte de mí disfruta de la soledad y la quietud.
Una parte de ti te critica mucho. Tu aspecto, tu rendimiento, tu forma de vida…
Una parte de mí querría cumplir con las expectativas de los demás.
Una parte de ti quiere reconocimiento por encima de todo.
Una parte de mí quiere hacer las cosas a su manera.
Una parte de ti me considera una amenaza.
Una parte de mí querría no tener límites.
Una parte de ti se siente hastiado.
Una parte de mí quiere aprenderlo todo.
Una parte de ti tiene miedo de mirar hacia dentro.
Una parte de mí siente que todo es posible.
Una parte de ti quiere vivir experiencias intensas.
…
Y así vamos por la vida.
Nos manejamos en este equilibrio tan complejo, en esta tormenta interior sin que, en la mayoría de las ocasiones, se perciba desde fuera.
En la entrada anterior Multiplicidad de partes esbocé la aproximación que hace la teoría de los Sistemas de Familia Interna, para abordar la mirada interior.
Desde mi punto de vista, lo que aporta esta manera de observar nuestro mundo interior es, esencialmente, paz. Saber que hay alguien capaz de dirigir el sistema, de conducir mi vida, que quizá no ha sido la/el protagonista hasta ahora, pero si le dedico tiempo y le/me conozco, podré guiar mi vida con mayor consciencia.
No sé si es tu caso pero desde luego en el mío, el personaje que creí que era, ha dirigido mi hacer casi todo el tiempo. Una parte de mí, la más poderosa, creyó que era toda yo. Que no había más. Que no habría más. Abrir la posibilidad de contemplar a ese personaje como una sola parte de mí ha sido todo un viaje ¡Y lo que me queda por descubrir!
Poder observar cómo diferentes partes de mí se manifiestan en distintas situaciones, y cómo poco a poco consigo mantenerme centrada y ser yo, la que soy en esencia, me da una sensación de esperanza y amplitud que no sé si alcanzo a describir con palabras.
Hay un elemento importante. El cuerpo. La información que nos ofrece permanentemente y cómo somos de capaces de observarla, de tomar nota. Mientras escribía el párrafo anterior, concretamente en las palabras “esperanza” y “amplitud”, mi espalda se ha erguido e inconscientemente he respirado profundamente.
Además de ayudarte a registrar este tipo de cosas, las sensaciones corporales también pueden contribuir a situar a esas partes en lugares de tu cuerpo. En sensaciones musculares, térmicas, presión, ligero hormigueo… cuando cierras los ojos y piensas en la situación que quieres analizar, permanece atento a lo que te diga el cuerpo.
Es necesario trabajarse una relación de confianza con cada una de nuestras partes, para que puedan llegar a aportar lo mejor de sí mismas al conjunto de lo que somos. Que crean y comprueben que además de ellas, hay una esencia central que dirige desde un lugar de calma, que es creativa, tiene coraje, confianza, claridad, curiosidad, compasión y permanece conectada y disponible.
Párate cuando una situación o la interacción con otra persona, haga reaccionar a una parte de ti. Cuando puedas, quizá no en el mismo instante, pero seguro encuentras un hueco en el mismo día. ¿Qué te hizo reaccionar? ¿cómo interpretaste lo que estaba pasando y qué parte de tí se activó? y la pregunta clave ¿qué trataba de proteger esa parte y qué cree que pasaría si no hiciera lo que hace?.
Observa en silencio. Pon atención.
Hasta pronto,
María