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Feb 10, 2021

Reconocer

Photo by Andrea Piacquadio on Pexels.com

Reconocer es un palíndromo, se lee igual de izquierda a derecha que de derecha a izquierda. Qué preciosa casualidad. A veces el lenguaje nos ofrece estas sorpresas.

Hablaba de esto hace unos días con mi amiga Beatriz Martín Lisenbarth. Le conté que había escuchado -en algún lugar que no consigo recordar ¡pardiez!- eso de que «reconocer» es un palíndromo, y divagamos juntas un rato sobre la maravillosa casualidad que eso supone. Reconocer de ida y vuelta. Del mismo modo que lo lees igual al derecho que al revés, los efectos de esta poderosa práctica, van y vienen cada vez que la pones en marcha.

En los últimos años, en las formaciones que he facilitado en empresas y también fuera de ellas, hemos hablado muchas veces del feedback. En cada ocasión me llamó mucho la atención el hecho de que gran parte de las personas practicaban lo que denominaban «feedback negativo», es decir, ese que das para señalar una conducta o un resultado que quieres que mejore o sea corregido; y en muy contadas ocasiones hacían un reconocimiento expreso a su equipo, o a alguien en particular. (Una propuesta: empieza a llamar a este tipo de feedback en vez de «negativo» «de mejora». Este cambio sutil te predispone de otro modo a la hora de iniciar la conversación. Por otra parte, no haya nada «negativo» en contribuir a que otra persona mejore su desempeño)

Esta es la realidad que nos rodea. Estamos habituados a mirar lo que no está saliendo como querríamos. Nos parece que nuestra función y nuestra responsabilidad en el trabajo y también con nuestra familia -quizá no tanto con los amigos- es precisamente esa. Señalar lo que no sale como consideramos nosotros que debe salir, y en consecuencia nos hace visibilizar esa conducta o ese resultado. ¡Ojo! que solemos hacerlo por el bien del otro, o del proyecto, con buena intención, aunque a veces no sepamos transmitirlo así. Estoy a favor de visibilizar esto. El problema viene cuando SOLO visibilizamos lo que entendemos que hay que corregir. Cuando damos por sentado que lo que sale adecuadamente, no ha de ser señalado, porque es «lo normal». Lo que tiene que ser.

Perdemos incontables oportunidades de reconocer a quienes nos rodean y también de ser reconocidos por ellos, en la medida en que nos dejamos llevar por esta inercia.

«Ya sabe que le considero buen profesional»

» Por algo está en este equipo»

«Es evidente que valoro sus aportaciones»

O en caso de que nos vayamos al ejemplo familiar…

«Sabe perfectamente que le quiero»

«Es mi deber como padre/madre corregirle para que sea una persona de provecho»

«Felicitarle por lo que hace bien le va a convertir en un …(no lo escribo porque no te leo la mente, pero puedes terminar la frase con la primera palabra que te haya surgido)

El reconocimiento, ofrecido de forma honesta y abundante, y nunca en formato «sandwich» o una de cal y una de arena, produce varios efectos en quien lo recibe y en quien lo ofrece:

-Quien lo recibe se siente visto, valorado e importante para quien se lo ofrece. Nutre su autoestima y le anima a seguir evolucionando.

-Quien lo ofrece siente alegría y satisfacción al contribuir al bienestar y la evolución del otro. Es como regar una planta y ver cómo va creciendo.

Si lo haces de forma estratégica o como decía antes en formato «sandwich», cuando quieres decir algo que querrías que el otro corrija, y lo acompañas de una felicitación, para que le entre mejor por las orejas….no va a funcionar ni lo uno ni lo otro. Va a llegar como falso, porque en el fondo lo es.

Cuando quieras proponerle a otro que corrija algo, puedes abordar esa conversación sin más, y si usas las herramientas de la comunicación no violenta, tendrás más posibilidades de conectar con el otro y favorecer su escucha y que comprenda para qué estás diciendo lo que estás diciendo.

Ahora, si solo tienes estas conversaciones, y obvias las de reconocimiento, el otro puede llegar a pensar que SOLAMENTE VES AQUELLO QUE HACE MAL (según tu criterio, claro). Y esto produce malestar, tensión y distancia en las relaciones.

Claro que esto no es real. Tú también ves las cosas que el otro hace bien. La cuestión es que NO HABLAS DE ELLO. Y el otro, como me pasaba a mí varios renglones atrás, no puede leer tu mente.

Te propongo que pruebes algo. Forma parte de lo que llamaba en el artículo anterior –https://comunicacioncompleta.com/2020/12/22/pequena-revolucion/ – «pequeña revolución». Prueba cada día a ofrecer un reconocimiento a alguna persona con la que te relacionas, y otro a ti mismo. Como esto es rarito te voy a contar un par de ejemplos concretos, para ver si así te animas a hacerlo. Verás que es muy sencillo. Muy poca cosa. Y si perseveras en la práctica, comprobarás que es muy poderoso.

Tengo un hijo de 10 años que cada vez que se lavaba los dientes, dejaba el cepillo y la pasta apoyados en el lavabo, en vez de volverlos a colocar en el armario que hay bajo el mismo. Su padre y yo misma, le pedimos varias veces (muchas…. pocas….¿quien sabe evaluar eso?) que lo dejase en el armario. El primer dia que lo hizo, al verlo, me acerqué a él y le dije «he visto que has guardado el cepillo y la pasta. Gracias por hacerlo». Su cara, sus ojos y una leve sonrisa me hicieron entender que mi mensaje había sido recibido. Es muy sutil. Una forma discreta de decir «TE VEO».

Quizá ahora estás pensando «pues vaya chorrada». Estoy de acuerdo con que es poca cosa, pero no es una chorrada. Abona los vínculos como si fuera un riego por goteo.

Del mismo modo que les pido que cuelguen la toalla de la ducha cuando la dejan en el suelo, les doy las gracias los días que la veo colgada. En el caso concreto de los hijos, ayudarles a generar un hábito de orden es una proyecto de largo plazo, que a mi modo de entender ha de construirse con paciencia y sin imposiciones que hagan que el otro termine haciendo lo que uno quiere exclusivamente por miedo a la consecuencia de no hacerlo.

Y en el entorno del trabajo, igual que en ocasiones toca decir que algo no ha salido bien, hay muchas otras en las que podríamos señalar alguna cosa concreta, que nos hace la vida más fácil o mas agradable; por ejemplo, una persona manda un email resumiendo lo acordado en una reunión, que te ayuda a darle seguimiento, o alguien en el grupo de whatssap del equipo da los buenos días y manda una canción cada mañana. Puedes aprovechar cualquier ocasión para ofrecer reconocimiento y de este modo mostrarle al otro que valoras lo que aporta. No te conformes con decir sencillamente «gracias», enriquece ese reconocimiento contándole al otro lo que produce en ti eso que ha hecho. Ejemplos para ilustrar esto:

-«Tu email recapitulando temas acordados en la ultima reunión me ayuda mucho con el seguimiento que me corresponde darles, y te agradezco la claridad y precisión que le has puesto». O bien:

-» Cuando mandas cada mañana tu mensaje de buenos días, y las canciones que adjuntas, me da buen rollo y además conozco música que antes no conocía, muchas gracias»

Quizá lo más retador de todo, es darte a ti mismo reconocimiento. Ofrecértelo de modo íntimo, sincero y frecuente, sin necesidad de alardes. Valoración hacia lo que sí eres, haces u ofreces. Ese momentazo de mirarte al espejo y decirte «hoy me reconozco haber cuidado de alguien, haber dado lo mejor de mi en un proyecto, o haber querido aprender de un error en lugar de machacarme por ello»

La necesidad de reconocimiento es universal y permanente, y nos ocupamos poco de atenderla. Y esperamos que otros lo hagan por nosotros. Y así perpetuamos el ciclo raquítico de la escasez de reconocimiento.

Te propongo reconocer desde la abundancia. Desde la seguridad de que esos gestos de reconocimiento, van contribuir a que las personas que se crucen contigo se sientan tocadas, y alimentadas por ello y en consecuencia, por pura reciprocidad, respondan y se inspiren con tu propuesta. Y acabes recibiendo de ellas gestos similares, a su manera, que te hagan sentir reconocido.

Vivamos el reconocimiento como el palíndromo que es 🙂

¿Te apuntas?,

María

P.D: quiero RECONOCER que el gesto que tuvo mi amiga Beatriz, al compartir en Linkedin parte de nuestra conversación, me ha animado e inspirado a escribir este texto. Gracias, Bea.

 

 

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