Y ahora viene la práctica.
Esto ¿cómo se hace?. Llevo varias semanas dándole vueltas a la propuesta y siempre llego al mismo lugar. La práctica de la felicidad es personal e intransferible. Lo que a mí me hace feliz, a tí propablemente no. Sin embargo, sin atender a las acciones concretas que nos producen bienestar, plenitud, excitación o calma, hay algo que si creo que es común, y que si acabas de leer la entrada anterior descubrirás que ya estaba allí. La conexión, la conciencia, la presencia es lo que creo que nos conduce a la felicidad.
Esa necesidad de conexión es la que, si nos ocupamos de alimentar, produce todas esas sensaciones. En mi caso concreto, que es el que mejor conozco, le doy de comer de muchos modos. Este hecho es relevante, pues cuantos más modos de alimentar tus necesidades descubras,más libertad y autonomía emocional cultivarás. Volviendo a mis estrategias preferidas, por si en algún caso te sirve como ejemplo, se me ocurren en este momento unas cuantas:
- Darme tiempo para reflexionar sobre las cosas que alimentan mi felicidad, y si es posible, anotarlas…me acabo de dar cuenta de que escribir este texto contribuye a eso 🙂
- Practicar en cualquier momento la presencia, o como lo llaman últimamente, mindfulness. Que no es otra cosa que hacer el ejercicio de mirar para ver, escuchar más allá, tocar y pararse a sentir, saborear sin prisa, y respirar quitando el piloto automático. Me vale cualquier momento, paseando al perro, desenredando las melenas de mis hijas, oliendo el café por la mañana, sintiendo el tacto de la sábana y la confortabilidad de la cama, dándole vueltas a lo que escribo y por qué lo escribo, hablando con alguien y escuchando sin pensar en mi respuesta.
- Leer, en mi caso, me alimenta a lo grande.
- Escuchar música también me lleva a ese estado de conexión.
- Observar el entorno que me rodea y extraer lo que hay de bueno para mí en él, por ejemplo, los olores y la calma paseando por la naturaleza, o en un entorno muy diferente, la energía vital que me invade, caminando por una ciudad llena de gente que va y viene.
- La risa. Es un hecho,me conecta con algo que habita en mi.
- Vivir las emociones y legitimar que estén presentes, por “inoportunas” que parezcan. Utilizar toda la paleta de colores, alegría, tristeza, enfado, miedo… afinar en qué grado vivo cada una, a base de pararme a observar de dónde vienen y en qué grado de intensidad se encuentran. Es más sencillo cuando vivo emociones muy intensas, sin embargo las más sutiles aportan mucha riqueza y matices.
- Compartir cosas que para mí son importantes, o que me interesan, o que me divierten, o que me hacen pensar.
- Hacer acuse de recibo del amor, cuidado o consideración, en cualquier forma que se me presente e independientemente de quién me lo transmita.
Ahora que las leo todas de corrido me doy cuenta de que tienen algo común, cada una de ellas implica de algún modo parar. Esta es la clave en mi experiencia. PARAR. Ojalá te animes a reflexionar sobre tus propias estrategias, y las tengas listas y disponibles para alimentar tu felicidad.
Me paro y saboreo este instante, veo el sentido que tiene para mí compartir esto contigo, y espero que en algún modo te sirva.
Hasta pronto,
María