“El mapa no es el territorio”
Lo que observo no es la realidad, es mi manera concreta de filtrar e interpretar la realidad que estoy observando.
Aceptar esta premisa implica asumir que nada de lo que creo saber es estático. Es sencillamente una manera de conocerlo. De interpretarlo. De dotarlo de señales que me permitan decirme “vale, lo pillo…esto ES ASÍ”. Porque tenemos una profunda necesidad de decirnos a nosotros mismos que entendemos, para anclar nuestra necesidad de seguridad a algo aparentemente estable. “Así son las cosas”.
Soltar el cabo de la falsa seguridad que me daba creer que había ciertas cosas que “eran así”, requiere por un lado cultivar una actitud de confianza hacia la vida. Y por otro, desarrollar maneras concretas de alimentar la necesidad de seguridad, que no impliquen agarrarse a esos conceptos cerrados que nos hacen confundir el mapa, nuestra forma de ver las cosas, con el territorio que compone la propia realidad.
Y ¿en qué medida acordar los desacuerdos puede tener que ver con esto del mapa y el territorio?
Observo muchas circunstancias en las que dos personas tienen un conflicto que se atasca o agranda, ante la incapacidad para aceptar que su forma de ver las cosas no es “la correcta”, sino sencillamente su forma de ver las cosas. Confundir mapa y territorio te aleja del otro y hace muy difícil encontrar maneras de resolver lo que originó el conflicto.
Desde la Comunicación No Violenta buscamos distinguir lo que las personas piensan o dicen, de sus sentimientos y necesidades. Solo diferenciando la opinión del “ser” somos capaces de cuestionar opiniones o acciones sin atacar al “ser”. Porque lo que alguien dice no habla más que de sí mismo, de su forma de ver su mapa, de sus necesidades atendidas o desatendidas, de sus anhelos y preferencias…no tiene sentido que nos tomemos las cosas personalmente. Porque nunca se refieren a nosotros. Por más que quien tengamos enfrente, vista su necesidad con un “tú eres una egoísta”. Sigue hablando de sí mismo y, en este caso, quizá esté tratando de expresar una necesidad de conexión, de compartir, de cercanía, de comunicación o de consideración.
Una vez que esa certeza se instala en las tripas, podremos acordar no estar de acuerdo sobre ciertas cosas y que eso no nos impida construir acuerdos que nos permitan avanzar sobre otras.
Porque es posible mantener una diferencia y al mismo tiempo ser capaz de ver en qué otras áreas somos capaces de acercarnos. La creatividad y la apertura surgen cuando dejamos paso a la confianza que genera ver posibilidades. Tener esperanza en que, aunque no sepamos de forma concreta cómo vamos a resolver el conflicto, sabemos que seremos capaces de hacerlo. Lo que el filósofo americano Jonathan Lear llama “esperanza radical” y que exploré en otro texto, hace algún tiempo. https://comunicacioncompleta.com/2018/11/21/esperanza-radical-y-equilibrio/
Observar los conflictos por partes nos habilita a ir avanzando poco a poco, sin la exigencia de resolverlo todo a la vez. En la confianza de que habrá lugares donde sea posible el acercamiento. Y en la certeza de que esos acercamientos parciales, animarán a las personas a seguir avanzando, despertarán su creatividad hacia la construcción de diferentes propuestas, y conducirán hacia un escenario de cooperación, en vez de uno de confrontación.
Acordar los desacuerdos implica sacar de la cesta aquello que nos parece intocable. Y empezar a trabajar.
Y ver dónde nos lleva.
P.D. esta idea de “acordar los desacuerdos” la aprendí de mi padre, y me gusta que conste.